Friday, May 19, 2006

 

Prohibir que no

Prohibir significa, según la escueta definición de la RAE, "vedar o impedir el uso o ejecución de algo". Pero a menudo prohibir implica solo la enunciación de la prohibición (un hecho al que la RAE apenas apunta, al relacionar "vedar" con esta palabra), y no necesariamente alude a las acciones tomadas para impedir alguna cosa. En ese sentido, aunque prohibir implica una negación (enuncia un "no" a algo), esta no necesariamente se manifiesta en todos los usos del verbo.

Por ejemplo, en las actas del Congreso de la República, leemos:

O en vehículos, por ejemplo, no se podían importar, se pueden importar vehículos creo que hasta de 10 mil dólares liberados, pero estaba expresamente prohibido que no se podían traer estas camionetas que tienen puertas laterales. Esas son las que no se podían traer y esas son las únicas que permiten correr la puerta y colocar la silla al costado y levantarla.
Jueves 6/2/2003 - Comisión especial de estudio sobre discapacidad

Aquí la intención es decir que estaba prohibido traer tales camionetas. Si la negación implícita en prohibir estuviese activa, entonces esta frase querría decir que estaba prohibido no traer las camionetas (es decir, que era obligatorio traerlas); pero esa no es la intención del orador, así que la negación de prohibir no puede estar activa.

En español, los casos de negaciones inactivas son bastante comunes; por ejemplo en No hay nadie, la negación debe estar inactiva puesto que de otra manera la oración querría decir que hay alguien. El discurso prescriptivo, sin embargo, aunque acepta de buen grado oraciones como No hay nadie, generalmente prohíbe cancelar la negación implícita en prohibir.

Este uso está, sin embargo, bien documentado en los textos clásicos. He aquí un ejemplo de Joseph de Acosta:
Y no se opone un canon antiguo de León, Papa, el cual sólo reprende y prohibe que no se haga en público y en presencia del pueblo la confesión de los pecados, bastando manifestar en confesión secreta a solos los sacerdotes el reato de la propia conciencia1102. Porque las historias enseñan que los cristianos antiguos hacían algunas veces sus confesiones estando otros muchos presentes, y estos mismos bárbaros no tenían reparo en dar noticia de sus crímenes a sus falsos
sacerdotes en medio de mucha gente.
José de Acosta - Predicación del Evangelio en las Indias - Capítulo XIII

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Comments:
La estructura que utiliza Acosta está generalizada en el siglo XVI y sospecho que era, incluso,rigurosamente preceptiva , ya que es un reflejo del latín, en donde se dice, por ejemplo, "temo que no vengan los enemigos" para expresar "temo que vengan los enemigos".
 
No dudo que esa estructura haya estado generalizada en el XVI. Entiendo, sin embargo, que el latín no tenía doble negación, al menos no del tipo "No hay nada" (illic est nusquam)---es más, tal vez esa sea la razón por la que el inglés estándar perdió la doble negación en el XVIII, bajo el prestigio del Latín y el consiguiente esfuerzo normativo (todos los otros dialectos del inglés tienen doble negación).

Esa es precisamente la razón para el peculiar ejemplo que pones--limitado a una clase pequeña de verbos (temer y otros parecidos)--que está vinculado al uso de conjunciones de subjuntivo, en particular, el uso de ne. La combinación de la conjunción ne (una especie de que negativo) con una negación en la cláusula subordinada subjuntiva produce el efecto de transformar la oración en positiva. Es decir, "temer" en latín significa algo así como:

(i) me pongo en el caso de [que no ocurra que] no vengan los enemigos

Y aquí los negativos se cancelan unos a otros, que es precisamente lo que esperamos si no hay dobles negativos del tipo "no hay nada":

(ii) me pongo en el caso de [que ocurra que] vengan los enemigos

Pero eso no es lo que pasa en prohibir que no. Dado que "prohibir" es ordenar que algo no ocurra, si usamos el paralelo con el latín, tendríamos algo como:

(iii) [Ordeno que no ocurra que] (no) se haga en publico la confesión

Pero esta vez, los negativos no se cancelan, que es lo esperable, pues el español, como muchas otras lenguas, admite dobles negativos sin cancelación.

La negación es uno de los temas más fascinantes de la semántica, hay que admitirlo---no lo es menos la "afirmación"; por ejemplo, en español los positivos se cancelan unos a otros:

--Es que se me malogró la impresora
--Sí, claro.
 
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