Sunday, November 12, 2006

 

2b or nt 2b

Hace unos días, la prensa del mundo normativo fue conmovida hasta sus cimientos por una noticia proveniente de Nueva Zelanda: al parecer, las autoridades educativas de ese país iban a permitirle a los estudiantes secundarios usar el llamado lenguaje sms en sus exámenes, sin riesgo de ser desaprobados; es decir, iban a aceptar que los alumnos emplearan abreviaturas como las que son comunes en los mensajes de texto---por ejemplo 2b or nt 2b para escribir la famosa frase hamletiana To be or not to be ("ser o no ser"). Las reacciones no se hicieron esperar, incluso en la misma Nueva Zelanda. Fue una falsa alarma. La New Zeland Qualifications Authority se apresuró a aclarar que no había cambiado su política, que se trataba simplemente de resaltar cómo los errorres ortográficos no necesariamente afectaban el puntaje del estudiante, a menos, claro, que el lenguaje mismo sea el objeto de la evaluación. Es decir, si el alumno está dando un examen de redacción, entonces debe escribir siguiendo las pautas normativas; de lo contrario, basta con darse a entender adecuadamente.

Se trata, como es fácil ver, de una posición ambigua y un tanto absurda. ¿Qué sentido tiene exigir buena ortografía y redacción solo en los exámenes del curso de lenguaje? ¿No resalta eso la extrañeza de la prescripción? ¿No envía acaso un doble mensaje a los estudiantes acerca de las costumbres normativas? Esta posición está lejos de ser exclusiva de Nueva Zelanda (o del inglés). Recuerdo que en el Perú, muchos profesores de otros cursos culpaban a los profesores de Lengua por las limitadas capacidades de los alumnos para redactar según los usos consagrados por la norma académica; sin embargo, esos mismos profesores dudaban a la hora de afectar por ese motivo la nota de los estudiantes en sus respectivos cursos.

La contradicción no surge, sin embargo, por un capricho de unos u otros. Esa situación paradójica revela precisamente la tensión que la normativa impone en las prácticas comunicativas de un grupo, tensión que se ve acentuada por el ubicuo prejuicio de que existen formas de hablar superiores a otras. Insertarse en una disciplina es, entre otras cosas, adquirir un vocabulario y una forma de hablar especial. La transición entre el recién iniciado y el profesional no incluye meramente un conjunto de fórmulas y definiciones, o una mayor cantidad de datos; supone crucialmente la adquisición de una perspectiva, de un punto de vista frente a una audiencia, de un discurso particular, marcado, especial. Quizá el proceso pueda hacerse menos doloroso (y más fructífero) si dejamos de hacer sentir culpables a los neófitos por su forma de hablar, si reconocemos que las formas de hablar de una comunidad no son homogéneas, y aceptamos que estamos enseñándoles a los estudiantes nada menos que un nuevo dialecto.

Un paso no pequeño en esa dirección es el reconocimiento de que los adolescentes (como todos los seres humanos) tienen la capacidad para formular sus propios hábitos comunicativos y que estos son, como en todos los casos, sensibles a los respectivos contextos. El llamado lenguaje sms---donde sms es una abreviación de "short message service" (servicio de mensajes breves)---no es realmente un nuevo lenguaje. Es simplemente otra forma de escribir, pero no de escribir la norma académica, sino una variedad altamente informal. Esto es crucial, pues significa que esta variedad (generalmente vedada o marginalizada en el discurso escrito tradicional) encuentra, gracias a las nuevas posibilidades tecnológicas, una expresión escrita. Y esta no es caótica, sino, al contrario, gobernada por reglas suficientemente convencionalizadas como para que pueda elaborarse un diccionario, esto es, suficientemente regulares como para permitirse sus propias instancias normativas. No en vano ha llamado la atención de varios especialistas, como ya habíamos notado antes.

Es decir, no se trata de rasgarse las vestiduras, como si escribir 2b or nt 2b fuera un insulto a la memoria de Shakespeare (quien, como Cervantes, no se privó de usar expresiones antinormativas), sino de construir un puente (una traducción, si se quiere) entre los usuarios de esas expresiones y los de otras prácticas comunicativas. ¿Que la lengua se va a modificar en ese tránsito? Claro. No debemos olvidar, sin embargo, que la tradición más constante e imperecedera es el cambio. Y nada refleja eso de modo más transparente que la lengua.

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Comments:
La pregunta es que sentido tiene usar esas abreviaturas cuando no se escribe en un teléfono. Toda abreviatura le quita trabajo al que escribe para pasárselo al que lee. Las abreviaturas son muy usadas en teléfonos celulares, porque no se cuenta con un teclado normal, y en el chat, porque se requiere escribir muy rápido para mantener un ritmo similar al de una conversación cara a cara. Pero al momento de escribir un trabajo para un curso, parece abusivo que el lector tenga que leer tantas abreviaturas. Por otro lado, nadie puede aducir ignorancia, porque quien escribe "2b or nt 2b" sabe (se supone) qué es lo que está abreviando. Entonces, ¿para qué?
 
Un poco extraña tu pregunta.

Me recuerda un par de situaciones en las que muchos se hacen la misma pregunta.

El Hindi es una de las lenguas oficiales de la India; se habla en la parte nor-occidental del país; para escribir, usa el sistema Devanāgarī, derivado de los que se usaban en sánscrito. El Urdu, por otra parte, es la lengua oficial en Pakistán; para escribir usa el sistema Nasta'liq, derivado de la caligrafía árabe y que el mismo en el que se escribe el Persa. Lo curioso es que ambas lenguas son enteramente inteligibles, de hecho, son la misma lengua.

El otro caso es el del Croata, que se escribe en alfabeto latino, y el del Serbio, que se escribe en alfabeto cirílico (aunque no únicamente). Aquí también ambos son mutuamente inteligibles, y a todos los efectos, son la misma lengua.

Muchos se preguntan, aquí también, ¿para qué tienen dos sistemas tan diferentes de escritura, si son la misma lengua?

Creo que la pregunta pertinente es, sin embargo, ¿por qué no? Es evidente que esos hablantes han diseñado formas de escritura que se acomodan a sus necesidades, cualesquiera que estas sean. En la medida en que no dañen a nadie con eso, no veo por qué deban de ser mirados con reprobación.

Si la regla de un texto enviado a un lector es que se entienda, el lector tiene todo el derecho a rechazarlo si no lo entiende. Eso está fuera de discusión, me parece---si quieres publicar un artículo en una región de habla hindi, no creo que tengas por qué quejarte si te lo rechazan debido a que escribes en el sistema Nasta'liq, digamos (que es ilegible para quien solo conoce el sistema Devanāgarī, por más la lengua oral sea la misma).

Ahora bien, si se entiende lo que quiere decir, ¿cuál es el propósito de rechazar un texto que ha cumplido su misión a cabalidad? Por supuesto, eso deja un amplio límite para la negociación del mensaje. Pero eso no es un inconveniente, sino precisamente lo que deberíamos buscar. La razón por la que nos comunicamos es precisamente para negociar nuestros mensajes. Cuando se imponen restricciones arbitrarias en la forma que debe tomar la comunicación, lo que se está haciendo en verdad es eliminar la posibilidad de negociar el significado.

Yo estoy de acuerdo con la idea, que tu esbozas, de que no se debe imponer un código sobre quienes no desean usarlo. Pero es claro que eso tiene un doble filo.

Tenemos que tomar aceptar de una vez por todas que la norma académica y la escritura culta son imposiciones sobre los usuarios (como son las reglas de tráfico sobre los conductores). Y por supuesto, puede haber muy buenas razones para imponerlas. Pero no me parece aceptable que se les dé un estatuto moralmente superior, como si quienes no aceptan emplear esos nuevos sistemas sean de algún modo inferiores.

Y si lo que se quiere es integrar más gente a la norma académica, espetarle a los estudiantes su presunta inferioridad por el hecho de ignorarla es la estrategia menos adecuada de promoción. Aquí también hay un enorme espacio de negociación que deberíamos ampliar y conservar, en beneficio de los estudiantes...y de la norma académica.
 
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