Friday, February 15, 2008

 

Del hortelano

Un esclavo del siglo VI AC en Grecia tenía escasas posibilidades de que su nombre pase a la posteridad. El nombre de Esopo, sin embargo, no le pasó inadvertido a Herodoto, quien lo presenta brevemente como un fabulista en sus Historias (Libro II, CXXXIV) y nos cuenta que era esclavo de un comerciante de Samos (tal vez era africano: "Esopo" y "etiope" derivan de la misma palabra griega). Y desde entonces ese nombre ha estado invariablemente ligado a las fábulas, esas pequeñas historias de animales que terminan con una moraleja, y ha alcanzado fama extraordinaria, al menos en Occidente. Esopo no fue el inventor de las fábulas, sin embargo; esas historias aparecen en textos sumerios, acadios y arameos al menos dos mil años más viejos.

No existe hoy un manuscrito original con las fábulas de Esopo, acaso nunca existió; pero en Grecia fueron una herramienta imprescindible para los oradores y los políticos, tanto que Demetrio de Falero, el fundador de la Biblioteca de Alejandría, ordenó que se recopilaran por escrito. Esa colección, hoy perdida, sería luego traducida al latín por Fedro, un liberto griego de la casa del emperador Augusto, en el siglo I de nuestra era. Ese texto latino es la fuente principal de lo que hemos venido a conocer como las fábulas de Esopo. Por supuesto, no es la única (muy relevante es también la versión griega de Babrio). Multitud de fábulas fueron añadidas en el camino, en griego y en latín, y las historias mismas fueron rehechas una y otra vez.

Un ejemplo bastante claro de esas modificaciones es el caso del hoy famoso perro del hortelano. En español, se trata más bien de un proverbio: El perro del hortelano no come ni deja comer. El hortelano, como sabemos, es el dueño de un huerto, un cultivador de vegetales. El perro que cuida el huerto no puede comerse los vegetales (los perros prefieren la carne), y como está a cargo de la protección del huerto, no deja que nadie más se los coma.

Aunque hoy es una de las más famosas fábulas de Esopo, el perro del hortelano no aparece en ninguna colección esópica anterior al siglo XV. De hecho, no existe en absolutamente ningún manuscrito conocido. Aparece por primera vez en 1479, en la primera impresión del Corpus Esópico, traducido al alemán por Heinrich Steinhowel. Nadie sabe con seguridad de dónde la sacó Steinhowel. Aquí la historia es un poco distinta, sin embargo. Se trata de un perro en un pesebre (Canis in praesepio, en latín; Dog in the manger, en inglés), que quiere dormir en el heno, y que no deja que los bueyes coman. Transcribo una versión, tomada de la edición española de Steinhowel (1521):
El perro envidioso
El perro yacía en un pesebre que estaba lleno de heno y cuando llegaron los bueyes no los dejaba comer de allí, ladrando y mostrando los dientes con saña. Entonces los bueyes le dijeron: Haces mal y has demostrado que tienes envidia a nuestra naturaleza; si no tú no puedes comer ni probar esto, pues no es de tu linaje comer heno y paja, ¿por qué impides que lo comamos nosotros, cuando es nuestro alimento natural?
Modernización de la traducción española de la edición de Steinhowel (1521)
Noten que hay una importante diferencia entre la idea de el perro del hortelano y la de el perro en el pesebre. En el segundo caso, el perro es movido por la envidia (precisamente, la versión española se titula “el perro envidioso” que no traduce el título latino literalmente, pero sí expresa la idea central de su texto). No pasa lo mismo en el primer caso, pues el perro del hortelano no tiene más remedio que proteger los bienes de su amo, no para sí mismo sino para que otro se beneficie: cae en una paradoja por la propia naturaleza de lo que hace, no necesariamente porque sea envidioso. En ese sentido, las soluciones al problema moral que las respectivas fábulas proponen pueden ser también diferentes. El perro en el pesebre debe dejar de envidiar y compartir el heno con los bueyes. Al perro del hortelano le basta aprender a comer vegetales--- esta última es justamente la solución a la que llega Lope de Vega en uno de los más célebres empleos de esta frase, su comedia El perro del hortelano (1618): allí Diana logra romper con su coqueteo la relación entre Teodoro y Marcela, pero sin acceder del todo a los requiebros de Teodoro (en ese sentido, no come ni deja comer); al final, sin embargo, Diana y Teodoro terminan casándose. En otras palabras, el problema del perro del hortelano se soluciona haciendo que el perro coma; el del perro en el pesebre, haciendo que deje comer.

A pesar de que la más temprana versión completa de la fábula es de 1479, su huella se encuentra en varios otros textos más antiguos y muy ilustres. El versículo 39 del evangelio apócrifo de Santo Tomás (escrito a comienzos del siglo II) le hace decir a Jesucristo:
Los fariseos y los escribas han tomado las llaves del Tempo del Conocimiento y las han ocultado; no han entrado ni han dejado que nadie entre.
Evangelio de Santo Tomás (apócrifo), 39

Y el versículo 102 del mismo texto es incluso más directo:
Condenado será el fariseo, pues es como el perro durmiendo en el pesebre del buey, no come ni deja que el buey coma.
Evangelio de Santo Tomás (apócrifo), 102
Luciano de Samosata, también en el siglo II, termina de esta manera su diatriba contra los que compran libros sin leerlos:
Y nunca le han prestado a nadie un libro; fieles al principio del perro en el pesebre, ni comen el grano ni dejan que lo coman.
Luciano de Samosata. Adversus Indoctum, 30
Y un largo etcétera que llega hasta nuestros días.

En el Perú, aunque ya bien conocida (incluso la comedia de Lope ha sido representada varias veces), la frase se ha hecho especialmente famosa en los últimos tiempos gracias a un par de artículos del Presidente de la República, donde compara, entre otros, a los defensores del medio ambiente con el perro del hortelano: no explotan los recursos naturales ni dejan que los exploten. Hay que decir que esta particular aplicación no es del todo original. Por ejemplo, aquí, en un artículo de Carlos Patrón, se formula la misma idea (el título en inglés es The dog in the manger, es decir, El perro en el pesebre). Sin embargo, es el hecho de que la haya usado en Presidente lo que le ha dado especial protagonismo. Tanto que algunos se han animado a estirar sus significado de un modo interesante. Por ejemplo, la semana pasada, el Ministro de Salud, Hernán Garrido Lecca, dijo lo siguiente en una entrevista:
A mí me dicen el búho del hortelano, porque ni duermo ni dejo dormir. Hoy (miércoles) tuve una reunión a las seis y media de la mañana en la embajada de Canadá, y ese ritmo de trabajo me permite comer poco y mantenerme activo.
La República. Revista Domingo, 3 de febrero del 2008
Ahora el perro ha desaparecido de la frase, con lo cual del hortelano se convierte en el elemento que consigue el significado buscado con respecto a cierta entidad X; se ha construido un esquema como el siguiente: X no hace P ni deja hacer P. Noten que en la frase de Garrido Lecca, no hay referencia alguna a la envidia, es una mera aplicación de la expresión del hortelano, incluso con cierta valoración positiva. Otros han usado este giro también (y no solo en el Perú, por supuesto), aunque en estos casos el resabio negativo es evidente:
El alcalde del hortelano
Ahora resulta que en un distrito de la capital del Perú, llamado Barranco, el alcalde, de la manera más absurda e inopinada, se opone y amenaza con paralizar o boicotear la construcción y el derecho que tiene la capital del Perú a beneficiarse de un Museo de Arte Contemporáneo.
El Comercio 12 de diciembre del 2007
Los diputados del hortelano
Ni comen ni dejan comer. Ni hacen la reforma política ni la dejan hacer. Viejos pescadores en aguas revueltas saben que a las tempestades políticas en el Ecuador hay que acompañarlas sin oponérselas porque son pasajeras.
El Universo 26 de octubre del 2005
A veces al usar la frase del hortelano lo único que se añade es que las personas en cuestión son envidiosas (en línea con la idea del perro en el pesebre):
Bloggers del hortelano
Existe un odio visceral ante el que tiene éxito, o al que tiene más suerte con las visitas, criticando e atacando sin tregua cualquier error o fallo. La envidia es un sentimiento francamente curioso, pues, nos hace querer algo que tiene la otra persona pero no para nuestro propio beneficio si no para que la otra persona carezca de él. En vez de poder paliar esa envidia creando un blog mucho mejor, unos posts mucho mas originales o un formato nuevo e innovador, nos dedicamos a destrozar al contrario para intentar arrebatarle eso que nosotros tanto queremos y que el ha conseguido por encima de nosotros.
Iaian’s Blog, 11 de enero del 2006
Un cariz peculiar que ha tomado del hortelano (quizá exclusivo del Perú) sí se debe directamente al artículo del presidente Alan García, quien en buena cuenta asoció el perro del hortelano con posiciones de izquierda, lo cual permite la siguiente extensión del sentido:
ADEX SE PREGUNTA SI BCR ES "EL BANCO DEL HORTELANO"
Presidente de institución emisora dijo que no tiene sentido estimular más la inversión privada.
Cajamarca Opina, Miércoles, 12 de diciembre de 2007

El valor del trabajo y la ideología del hortelano
La gran inversión no es incompatible con la equidad y bienestar en las sociedades democráticas y prósperas, que son paradigmas sociales a muchos analistas nativos de la ideologí­a hortelana. Para los abanderados de esta ideologí­a, esa inversión es la causa de todos los males ambientales y sociales acá.
Correo 14 de noviembre del 2008
En estos dos últimos casos del hortelano significa simplemente que no se tiene una actitud pro-inversión; en ese sentido, quizá sea una forma menos agresiva de decir caviar (con la ventaja de incluir solamente las ideas económicas, sin referirse a otros aspectos). ¿Tendrá futuro?

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